Artículo escrito por David Redoli, @dredoli
El politólogo italiano Giovanni Sartori escribió a principios del siglo XXI que los medios de comunicación (prensa, radio, televisión e Internet) no sólo difunden masivamente y al instante cualquier acontecimiento, convirtiendo un suceso acontecido en un rincón del planeta, en un asunto global, con visibilidad mundial. También crean las percepciones dominantes que acaban siendo asumidas como realidades por parte de la mayor parte de la población y de las estructuras de poder, tanto públicas como privadas.
Se trata de un nuevo paradigma macroeconómico y social que está provocando cambios significativos y profundos en los modelos de gestión y relación de las empresas y en las instituciones públicas con su entorno. Tanto el sector privado como el sector público tienen por delante el reto de responder a una crisis de confianza, de credibilidad y de valores, que afecta directamente a la democracia y a sus instituciones como sistema político. Un sistema político que se ve afectado por tres lógicas comunicaciones inéditas en la historia de la humanidad:
- La inmediatez: nunca se había podido comunicar con la rapidez con la que lo hacemos ahora, vía imágenes, textos y sonidos.
- La globalidad: nunca se había podido transmitir información de forma masiva a cualquier punto del planeta en cuestión de segundos.
- La facilidad: nunca había estado en las manos de tantas personas (ciudadanos) la posibilidad de generar información y de transmitirla en tiempo real a cualquier punto del planeta con costes muy bajos.
A ese escenario hay que sumarle otro fenómeno muy bien descrito por el sociólogo Manuel Castells es su portentosa obra Comunicación y poder: las relaciones de poder en el siglo XXI han variado en dos sentidos: por un lado, el poder se ha construido alrededor de la articulación entre lo global y lo local, y, por otro lado, está organizado principalmente en redes, no en unidades individuales. Así, dado que las redes son múltiples, las relaciones de poder son específicas de cada red, definiendo quién queda incluido y quién queda excluido de ellas.
En el epicentro de estas lógicas no sólo están los ciudadanos y las grandes corporaciones privadas: también están las administraciones públicas. Unas administraciones públicas a las que se les plantean nuevos retos y desafíos para comunicar adecuadamente.
El volumen alcanzado por el sector público (representa la mitad del PIB en los países de la Unión Europea y alrededor del 20% del empleo) y su incidencia en la vida cotidiana de los ciudadanos hacen que la provisión de bienes y de servicios públicos a los ciudadanos sea el factor clave para la legitimidad política de las administraciones públicas.
Pues bien, la excesiva burocratización y una evidente obsolescencia en las formas de gestión, de dirección y de liderazgo en las administraciones públicas, están erosionando gravemente la buena gobernanza del Estado y de sus instituciones, en el contexto de la globalización. Un entorno en el que las instituciones públicas han de recurrir a recursos discursivos y escénicos con una intensidad inconcebible en los tiempos anteriores a la era mediática, como han subrayado recientemente los catedráticos José Luis Dader y María José Canel.
En este contexto, la figura del nuevo director público, entrenado en el manejo experto de la comunicación pública, emerge como un actor clave, ya que será el encargado de construir el valor intangible institucional, como, por ejemplo, la credibilidad, la buena reputación y la confianza de las instituciones públicas para las que trabaje.
El nuevo contexto de gestión pública hace que hoy sea imprescindible contar con directivos profesionales que sean capaces de revalorizar el servicio público, comunicándolo adecuadamente y explicándolo con propiedad a través de entornos cada vez más mediáticos, en lo que en el mundo académico ya se conoce como las “mediocracias” (poliarquías donde quien quede fuera de los medios y de las redes, quedará fuera de una parte de las lógicas del rendimiento de cuentas democrático y, en consecuencia, verá mermadas su credibilidad, su reputación y su confianza –intangibles que impactan directamente en la calidad de las democracias).
Ser directivo público en 2017 debería equivaler a ser un buen conocedor de la comunicación pública, sin lugar a dudas.
David F. Redoli Morchón (Zamora, 1973) es licenciado en Sociología por la Universidad de Salamanca, máster en Ciencia Política por la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), master en Comunicación de las Organizaciones por la Universidad Complutense de Madrid y postgraduado del V Programa de Liderazgo para la Gestión Pública del IESE. Ha recibido las becas Erasmus en la Universidad de Glasgow (Reino Unido), Intercampus en la Universidad de Belgrano (Argentina) y del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en la Universidad de Harvard (Estados Unidos). En estos momentos prepara su tesis doctoral sobre la construcción de la confianza en las instituciones públicas (Universidad Complutense de Madrid).
Ha sido director del gabinete de la Presidencia del Consejo de Seguridad Nuclear (2010-2013). Desde 2007 hasta 2010 fue asesor, en materia de comunicación, de la Vicepresidenta Primera del Gobierno de España (Ministerio de la Presidencia). Asimismo, se ha desempeñado en puestos de la Unión Europea (European Youth Forum), de la Administración Pública española (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Ministerio de Administraciones Públicas, Secretaría de Estado de Comunicación) y de la empresa privada (Edelman, Nearco). En la actualidad es asesor del Consejo de Seguridad Nuclear de España (CSN).
Entre julio de 2014 y 2016 fue elegido presidente del Consejo Directivo de la Asociación de Comunicación Política (ACOP). Desde 1999 es miembro del Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias Políticas y Sociología. Frma parte del Comité de Ética de la Investigación de la Universidad Camilo José Cela (UCJC).
Entre sus más recientes publicaciones destacan la colaboración en la redacción del Diccionario Enciclopédico de Comunicación Política (coordinado por la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales –ALICE), el capítulo “La redacción del discurso: recomendaciones prácticas” en el libro Lecciones de consultoría política (editado por Jorge Santiago Barnés y por José Ángel Carpio García) y el trabajo de investigación La reputación de las organizaciones públicas: el caso del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), organismo regulador español (galardonado con el tercer premio a la Excelencia Universitaria, otorgado por la Asociación de Investigadores en Relaciones Públicas –AIRP-, en la Universidad de Alicante).
Ha impartido conferencias en diversos países de América Latina y de la Unión Europea y es profesor en postgrados del Instituto Universitario Ortega-Marañón, de la Universidad Complutense de Madrid, del Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), de la Escuela Diplomática, de MAS Consulting, de la EAE Business School, de la Universidad Sergio Arboleda de Colombia y del Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias Políticas y Sociología. Asimismo, ha sido investigador del Instituto de Estudios de Iberoamérica (Universidad de Salamanca) y director (2008-2012) de la publicación mensual especializada en comunicación política “El Molinillo de ACOP”
Twitter: @dredoli
* Libro de política publicado en 2016 o que haya leído en este año que recomendaría a alumnos y profesionales de este ámbito:El poder político en escena, de Luis Arroyo.
* Libro de política publicado en 2016 o que haya leído en este año que recomendaría a alumnos y profesionales de este ámbito: Justin Trudeau (Canadá)
* Cualidad a la que asocie la política actual nacional (en su país) e internacional. ¿Qué le inspira?: Justin Trudeau (Canadá)
* ¿Con qué tema de actualidad ligaría actualmente su asignatura? ¿Con qué suceso cree que está más relacionada?: La construcción del discurso público
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